EDUCAR BIEN CON TOMÁS DE ANDRÉS TRIPERO

31 may 2007

El desarrollo cerebral, de la infancia a la adolescencia, fotografiado: ¿un polémico avance de la neurociencia?

Obtengo la información, en elmundo.es/elmundosalud/2007/05/23/, de que “un gran estudio estadounidense”, iniciado en 1999 con la colaboración de sus “Institutos Nacionales de Salud”, se dedica a captar en imágenes el desarrollo cerebral, mediante técnicas de resonancia magnética, desde la infancia temprana hasta los 18 años.
El objeto de la investigación es el de disponer de imágenes del desarrollo cerebral y poder saber algo más acerca de su crecimiento y de su organización neuronal durante dichos periodos.

Los estudios comparativos, entre desarrollos patológicos y normales, podrían facilitar informaciones interesantes desde el punto de vista de su aprovechamiento terapéutico o simplemente para conocer mejor las causas de patologías existentes como el síndrome atencional hipercinético, trastornos motores y perceptivos, epilepsias, autismo, retraso mental, etc.


Se toman imágenes cerebrales de 546 niños, que participan en el proyecto durante meses o incluso años - tres veces cada cuatro años para los mayores de 6 - con el agravante de que los menores de esta edad están siendo objeto de muchas más pruebas, ya que como suponen - con cierta obviedad - los investigadores el cerebro de los niños más pequeños experimenta una más rápida transformación. ¡Menudo descubrimiento!

Los niños son además sometidos a diferentes pruebas de evaluación de su desarrollo perceptivo psicomotor, habilidades sociales, verbales o numéricas, etc.

Las primeras conclusiones respecto a los peores resultados de los niños de clases sociales desfavorecidas resultan verdaderamente asombrosas, pero en su ingenuidad vienen a decir lo que yo he dicho muchas veces: que la inteligencia, en cuanto manifestación de conductas cognitivas apropiadas para la consecución de objetivos, no se tiene, sino que se aprende, de hecho se aprende a actuar inteligentemente según los diferentes tipos de inteligencia (práctica, numérica, verbal, fílmica, emocional….etc.) que se precisen; y se aprende mucho mejor cuanto mejor sean los ambientes de desarrollo, los medios y recursos educativos. Cuanto mejor y más equilibrada sea la alimentación y las condiciones socio afectivas y la estabilidad emocional. Circunstancias que normalmente - no siempre desde luego - suelen corresponder con una buena calidad de vida.

Según los primeros resultados no se observaron “diferencias por sexos” que pudieran ser significativas en fluidez verbal y habilidad numérica, afirmación que no se corresponde con la evidente realidad del mayor fracaso escolar masculino, probablemente motivacional, y el ya claro predominio femenino en los estudios superiores, al menos en nuestro país.

Dicen los investigadores del proyecto que los niños y niñas mejoran sus habilidades cognitivas entre los 6 y los diez años, esto es durante el momento clave de desarrollo escolar.

Tratándose de un estudio de orientación claramente neurológica sorprende que no se parta de la evidencia de que efectivamente la aparición del ritmo cerebral alfa - sobre los 7-8 años - es el indicativo del inicio de una sorprendente madurez cerebral. Cosa que conocen todos los psicólogos del desarrollo; además de lo que ya hiciera notar S. Freud: que la Edad escolar vive un período de latencia de los impulsos sexuales que facilitan otras perspectivas adaptativas, las cognitivas entre ellas.

Y si el rendimiento de algunos escolares se ralentiza durante la adolescencia es porque los pasos previos de formación no se han realizado adecuadamente y los sujetos no se encuentran preparados para superar los nuevos retos evolutivos. Sus cerebros poco nos van a decir de esto.

No obstante nadie duda de que efectivamente se vaya a obtener una extraordinaria base de datos cuya interpretación va a enriquecer el currículum de muchos especialistas. Pero ignoramos cuáles son, en realidad, los objetivos reales ni qué poderosas industrias pueden sostener económicamente un proyecto semejante.

Las fotografías cerebrales consiguen mostrar los cambios patológicos que pueden producirse en un determinado momento o ayudarnos a comprender las diferencias entre una estructura cerebral sana y otra dañada. Pueden ayudarnos a saber más sobre salud cerebral infantil y desarrollo motor y perceptivo. También sobre el deterioro cerebral ocasionado por sustancias tóxicas. O, en términos positivos, sobre la extraordinaria plasticidad de un cerebro que es capaz de reestructurar o recomponer funciones en una zona cuando otra ha sido dañada. Pero para ello podrían - con permiso naturalmente - utilizarse pruebas clínicas que no han tenido más remedio que hacerse, si se tiene la paciencia, la voluntad y el espíritu de colaboración que se precisa entre instituciones médicas y académicas.

Y es que este tipo de experimentos plantea muchas dudas de carácter deontológico. ¿Son realmente voluntarios todos los sujetos? Sujetos en proceso de desarrollo no lo olvidemos. ¿Recibirán los padres compensación económica? Y aunque se manifiesta que los sujetos explorados son de diferentes extracciones sociales, raciales o geográficas ¿No tendrán realmente inconvenientes los padres para que se someta a sus hijos a este tipo de seguimientos para tomar imágenes, de manera más o menos continuada, con escáner?

¿Desearía usted que, por el bien del progreso científico, fotografiaran con técnicas magnéticas el cerebro de su hijo, desde la infancia hasta la adolescencia?

Si no tienen inconveniente háganmelo saber y con la ayudita de una poderosa firma podríamos poner en marcha, aquí mismo, nuestro propio experimento. Sólo necesito 546 criaturas.

-¡Ni por todo el oro del mundo!-, me dijo con gracejo andaluz una madre a quien se lo pregunté.