HOMOSEXUALIDAD Y CRIANZA. MÁS ALLÁ DE LOS PREJUICIOS.

Los y las hay que deciden adoptar y quienes tenían ya niños de un anterior matrimonio homosexual que acabó en divorcio por razones evidentes. Hay quien elige la posibilidad de acudir a la inseminación artificial. Los padres o las madres pueden ser solteros/as o haber optado por una pareja del mismo sexo o de diferente, pero también homosexual.
El tema de la custodia puede representar situaciones problemáticas en esta circunstancia ya que hay padres y madres que la han perdido precisamente por declararse homosexuales, independientemente de ser mejores o peores que sus anteriores parejas heterosexuales. El prejuicio en estos casos puede ser determinante de los hechos.
No sabemos el dato estadístico, si alguien puede proporcionárnoslo lo agradecería, de qué tanto por ciento de lesbianas y homosexuales son padres, qué porcentaje de lo uno y de lo otro y cuál puede ser el total de padres y madres de esta orientación en España. ¿Hay más madres lesbianas que padres homosexuales? Parece que en los Estados Unidos podría haber más de un millón de padres y madres, cifra que seguiría creciendo.
Generalmente siempre que se trata esta cuestión se hace desde posturas ideológicamente comprometidas aunque se declare, con la boca pequeña, el intento de objetividad. Yo lo voy a hacer desde esa república educadora que aspira a no tener más principio que la libertad y la dignidad de todos los seres humanos de bien.
Lo que más suscita controversias es el tema de la crianza, de la orientación de la personalidad y de la sexualidad de los hijos.
Si pensamos que la homosexualidad paterna va necesariamente a condicionar la orientación de los hijos, partiendo del mismo argumento tendría que haber sido imposible que aparecieran hijos homosexuales de un matrimonio heterosexual.
Lo cierto es que se han descubierto pocas diferencias, ninguna significativa, entre niños que han sido criados por madres lesbianas y padres homosexuales y los que se desarrollan en el seno de una familia heterosexual. En ambas circunstancias es posible ayudar a desarrollar su dignidad y asegurar un ambiente familiar armónico y estable. Y desde luego los niños que crecen en familias homosexuales no tienen ningún tipo de problemas para tener una orientación heterosexual, si esa es su tendencia de base, apego familiar y social o una relación emocional estable en el seno de un hogar socialmente armónico.

No parece haber ningún problema en que estas personas, que han sido consecuentes con su opción afectiva, puedan ofrecer un clima familiar favorable, en el que los niños tengan la posibilidad de experimentar una imagen positiva de sí mismos y de su entorno.
Niños que son perfectamente aceptados por otros, en el grupo escolar, y con los que mantienen relaciones sanas de intercambio con sus iguales.
Y si hay prejuicios, rechazo o impulsos agresivos aislados de algún compañero contra ellos, hay que decir que se trata de actitudes que claramente son condicionadas por unos adultos que tratan de superar su propio complejo de inferioridad odiando todo aquello a lo que irracionalmente temen.
Los problemas de adaptación o de salud mental de los niños y de los adolescentes nada tienen que ver con la afectividad o la sexualidad de los padres o de las madres, tienen otras causas y motivos desdichados que por desgracia abundan más que las nuevas opciones de relación y crianza.
Lo que más suscita controversias es el tema de la crianza, de la orientación de la personalidad y de la sexualidad de los hijos.
Si pensamos que la homosexualidad paterna va necesariamente a condicionar la orientación de los hijos, partiendo del mismo argumento tendría que haber sido imposible que aparecieran hijos homosexuales de un matrimonio heterosexual.
Lo cierto es que se han descubierto pocas diferencias, ninguna significativa, entre niños que han sido criados por madres lesbianas y padres homosexuales y los que se desarrollan en el seno de una familia heterosexual. En ambas circunstancias es posible ayudar a desarrollar su dignidad y asegurar un ambiente familiar armónico y estable. Y desde luego los niños que crecen en familias homosexuales no tienen ningún tipo de problemas para tener una orientación heterosexual, si esa es su tendencia de base, apego familiar y social o una relación emocional estable en el seno de un hogar socialmente armónico.

No parece haber ningún problema en que estas personas, que han sido consecuentes con su opción afectiva, puedan ofrecer un clima familiar favorable, en el que los niños tengan la posibilidad de experimentar una imagen positiva de sí mismos y de su entorno.
Niños que son perfectamente aceptados por otros, en el grupo escolar, y con los que mantienen relaciones sanas de intercambio con sus iguales.
Y si hay prejuicios, rechazo o impulsos agresivos aislados de algún compañero contra ellos, hay que decir que se trata de actitudes que claramente son condicionadas por unos adultos que tratan de superar su propio complejo de inferioridad odiando todo aquello a lo que irracionalmente temen.
Los problemas de adaptación o de salud mental de los niños y de los adolescentes nada tienen que ver con la afectividad o la sexualidad de los padres o de las madres, tienen otras causas y motivos desdichados que por desgracia abundan más que las nuevas opciones de relación y crianza.