EDUCAR BIEN CON TOMÁS DE ANDRÉS TRIPERO

12 nov 2007

EMBARAZO, ALCOHOL Y TABACO

Prof. Tomás de Andrés. Dptº de Psicología del desarrollo y de la educación de la U.C.M. e-mail: tomandre@edu.ucm.es

Entre los llamados agentes teratógenos psicoactivos que más fácilmente se encuentran al alcance de la mujer embarazada, podemos contar con la cafeína, cuyo consumo moderado normal no parece presentar problemas destacables, pero también con el alcohol y el tabaco. Hay naturalmente otros como la marihuana, la heroína o la cocaína con peligrosas consecuencias. Pero no se encuentran tan al alcance y, en mayor o menor grado, requieren otro tipo de adicción. Pero ¡cuidado! también las sustancias inhaladas, pegamento o aerosoles utilizados con descuido, pueden llegar a ser responsables de daños encefálicos. Pensemos que los perjuicios pueden tener su efecto antes de que la mujer tenga conciencia de su embarazo.

Resulta evidente que el exceso de bebida alcohólica puede resultar terrible para el feto. Algunos bebés, en los casos de alcoholismo más extremos podrían llegar a presentar el llamado Síndrome Alcohólico Fetal que, además de discapacidad intelectual, suele incluir anomalías faciales, en los miembros y en el corazón.

Pero más allá de lo que parece evidente, interesa saber hasta qué punto el hecho de beber con cierta moderación puede llegar a influir en el correcto desarrollo fetal. Desde luego la moderación alcohólica no es responsable de ningún tipo de malformaciones pero, sin embargo, hasta el hábito moderado podría llegar a resultar perjudicial para el bebé.

Las últimas investigaciones apuntan a que los fetos expuestos al alcohol presentarían algún tipo de lesión en una zona específica del cerebro: la corteza frontal. Que es un área directamente vinculada con las capacidades de orientación cognitiva. Durante los cuatro primeros años se han observado en estos niños una disminución de sus capacidades de alerta y de atención. También más adelante podrían presentar ciertos problemas de la inteligencia y del comportamiento relacionados con la impulsividad y con la incapacidad de inhibición de respuestas. La causa podría deberse a los efectos del alcohol sobre las regiones frontales subcorticales responsables de las habilidades de inhibición de conductas.



Fumar, tanto de forma activa como pasiva, es también un factor de riesgo del desarrollo prenatal. Inviabilidad, prematuridad y bajo peso, son algunas de las consecuencias.

También, y a pesar de suponer un riesgo elevado, nos encontramos con mujeres que no pueden dejar de fumar durante el período de gestación. Según estadísticas norteamericanas más de un veinte por ciento de las embarazadas, siendo plenamente conscientes de la situación de peligro para su propia salud y especialmente para el feto, o sufren recaídas o no han conseguido superar su dependencia a pesar de sus repetidos intentos de abandono.

Pero el caso es que cuando se tratan temas relacionados con las dependencias se suele olvidar que el problema se encuentra principalmente, y esto es algo que no se tiene suficientemente en cuenta porque supone un mayor costo de tratamiento, en las causas que las provocan y condicionan.

El estrés derivado de la falta de control de su ambiente, la depresión y dificultades de la personalidad, y sobre todo la falta de una ayuda y orientación adecuadas, hacen que la dependencia sea un sustitutivo de los apoyos imprescindibles.

La nicotina, sustancia claramente adictiva en el caso del tabaco, podría ejercer algún tipo de acción antidepresiva, actuando sobre las endorfinas y cumpliendo, tal vez, una función significativa como opiáceo del cerebro que ayuda a relajar los conflictos personales.

No se trata, por tanto, sólo de atacar el hábito en particular sino de intervenir con eficacia psicoterapéutica en los factores psicológicos que arrastran a una mujer, sin poderlo evitar, al consumo de determinadas sustancias que actúan como peligrosos teratógenos.

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